A la hora de abordar la dirección estratégica de una organización sanitaria, tenemos que tener en cuenta que el proceso de dirección se divide en cuatro fases. Todas ellas funcionan como un proceso abierto, en permanente interacción.

 

Análisis estratégico. Durante esta fase es en la que se establece la posición estratégica que la organización sanitaria adopta. El objetivo consiste en considerar las implicaciones que cada una de las posiciones adoptadas tendrán en el presente y en el futuro de la organización y por ende, se estará analizando la pertinencia de la propia posición estratégica.

En este momento, debemos contemplar varios elementos influyentes como son los stakeholders, el entorno que rodea a la organización y por supuesto, los recursos de los que disponemos.

 

El entorno es cambiante y por tanto, difícil de predecir y controlar. Los recursos de manera principal, los internos, deben ser valorados en cuanto a sus fortalezas y debilidades y así, determinar como será su influencia sobre las decisiones estratégicas. Los Stakeholders, presionarán de una forma u otra generando tensiones organizativas, por lo que anticiparse a la evolución de estas resulta trascendental a la hora del diseño estratégico.

La formulación de la estrategia. Comprende tres etapas. La primera en la que se generan todas las opciones estratégicas. Deben ser contempladas todas las alternativas y las opciones. Requiere el diseño de escenarios alternativos, hasta los menos evidentes, ya que la evolución futura algunas veces toma los caminos más insospechados.

Seguidamente, debemos evaluar todas las opciones contempladas anteriormente, contemplar la posibilidad de cada escenario y la adecuación de las alternativas, de manera que se maximizan las fortalezas y se minimizan las debilidades.

 

Por último, de la evaluación de cada alternativa conduce a la selección de la opción más adecuada. Nunca vamos a tener un alto grado de certeza sobre lo erróneo o acertado de la estrategia seleccionada, cada una presentará ventajas y desventajas, que deberán haber sido adecuadamente evaluadas.

La implantación de la estrategia. Consiste en la puesta en práctica de la estrategia elegida. Es preciso a su vez, su correcto registro a través de planes, programas y líneas de acción. Todos ellos deben contener de manera precisa y en cada nivel de la organización, todo lo que se debe realizar.

El control estratégico. Consiste en la revisión de la estrategia desarrollada, uno de los fundamentos clave es la adecuada retroalimentación proveniente de cada uno de los puntos de acción. Con el análisis de la información recogida, podremos implementar las acciones correctivas necesarias.

Una vez definidas las etapas de la estrategia, debemos conocer también los puntos críticos a los que nos enfrentamos:

  • Conocer la misión, visión y valores organizativos.
  • Interiorizar la visión y sobre que valores estará cimentada.
  • Tener clara nuestra misión y que objetivos debemos desarrollar y alcanzar.
  • Elaborar estrategias reales y alcanzables.
  • Implantar, ejecutar y evaluar la estrategia de manera eficaz.